Así que, como un anciano más entre vosotros y testigo de los sufrimientos de Cristo y copartícipe de la . gloria que se va a revelar, exhorto a los ancianos que hay entre vosotros: Apacentad el rebaño de Dios que está a vuestro cargo, no porque os sentís obligados a hacerlo, sino por vuestra libre elección, que es como Dios quiere que lo hagáis; no por lo que podáis sacar de ello, sino con entusiasmo; no portándoos como tiranuelos de los que han sido asignados a vuestro cuidado, sino cumpliendo con vuestro deber como ejemplos del rebaño. Y cuando aparezca el Mayoral, recibiréis la inmarcesible corona de la gloria.
Pocos pasajes muestran tan claramente como éste la importancia de los ancianos en la Iglesia Primitiva. La palabra griega que los. designa es presbyteros; que ha dado la palabra presbítero y sus derivados, que en la Iglesia Católica Romana y-en general en las episcopales es lo mismo que sacerdote, pero que en el Nuevo Testamento se suele traducir por anciano: Es a ellos a los que Pedro dirige especialmente su carta; y él, que era el principal de los apóstoles,-no duda en llamarse compañero de ministerio de los ancianos. Valdrá la pena ver algo del trasfondo,e historia de los ancianos, el ministerio más antiguo e importante de la- Iglesia.
(i) Tiene untrasfondo judío. Los judíos trazaban el principio de los ancianos desde los días en que los israelitas viajaban por el desierto hacia la Tierra Prometida. Llegó un momento en que la carga del liderato era demasiado pesada para que Moisés la llevara solo; y, para ayudarle, se separaron setenta ancianos a los que se concedió una participación del espíritu de Dios (Números 11:16-30). Desde entonces los ancianos llegaron a ser una característica permanente de la vida judía. Los encontramos como los amigos de los profetas (2 Reyes 6:32); como los consejeros de los reyes (1 Reyes 20:8; 21:11); como los colaboradores de los príncipes en la administración de los asuntos de la nación (Esdras 10:8). Todos los pueblos y ciudades tenían sus ancianos; se reunían a la puerta, y dispensaban justicia al pueblo (Deuteronomio 25:7). Los ancianos eran los administradores de la sinagoga; no predicaban, pero eran responsables del buen gobierno y orden de la sinagoga, y ejercían la disciplina sobre sus miembros. Los ancianos formaban una gran sección del sanedrín, el tribunal supremo de los judíos, y se los menciona regularmente con los sumos sacerdotes y los gobernadores y los escribas y los fariseos (Mateo 16:21; 21:23; 26: 3, 57; 27:1, 3; Lucas 7: 3; Hechos 4: 5; 6:12; 24:1). En la visión de los lugares celestiales en Apocalipsis hay veinticuatro ancianos alrededor del trono. Los ancianos estaban entretejidos en la misma estructura del judaísmo, tanto en los asuntos civiles como en los religiosos.
(ii) El cargo de anciano tenía un trasfondo griego. Especialmente en las comunidades egipcias encontramos que los ancianos eran los líderes de la comunidad y los responsables de la conducta en asuntos públicos, como los concejales hoy en día. Encontramos a una mujer que había sufrido un asalto apelando a los ancianos por justicia. Cuando se recogían los cereales como tributo por la visita de un gobernador, encontramos que «los ancianos de los agricultores» eran los oficiales responsables. Los encontramos en relación con la promulgación de edictos públicos, del alquiler de tierras para pastos, de la recogida de impuestos. En Asia Menor, también,› los miembros `de los consejos se llamaban ancianos. Aun en las comunidades religiosas del mundo pagano encontramos «ancianos sacerdotes». que eran responsables de 1a disciplina. En cierto templo encontramos a los ancianos -sacerdotes resolviendo el caso de un- sacerdote al que se acusaba de dejarse el pelo demasiado largo y de usar, ropa de lana -un lujo afeminado del que un sacerdote no debiera haber sido culpable.
Podemos ver que mucho antes que el Cristianismo adoptara el, cargo de anciano ya- era un título de honor, tanto en el judaísmo como en el mundo grecorromano.
Cuando volvemos a la Iglesia Cristiana encontramos que el cargo de anciano era su ministerio básico.
Pablo tenía la norma de ordenar ancianos en todas las comunidades en las que predicaba y en todas las iglesias que fundaba. En su primer viaje misionero, ordenó ancianos en todas las iglesias (Hechos 14:14-23). Dejó a Tito en Creta para ordenar ancianos en todas la ciudades (Tiro 1:5). Los ancianos estaban a cargo de la administración económica de la iglesia; es a ellos a quienes Pablo y Bernabé entregaron el dinero que se mandaba para aliviar a los pobres de Jerusalén en el tiempo del hambre (Hechos 11:30). Los ancianos eran los consejeros y administradores de la iglesia. Los encontramos asumiendo el papel de líderes en el Concilio de Jerusalén, en el que se decidió abrir de par en par las puestas de la Iglesia a los creyentes gentiles. En ese Concilio se mencionan juntos los ancianos y los apóstoles como las principales autoridades de la Iglesia (Hechos 15:2; 16:4). Cuando llegó Pablo a Jerusalén en su última visita, fue a los ancianos a los que informó, y ellos los que sugirieron el curso de acción a seguir (Hechos 21:18-25). Uno de los pasajes más conmovedores del Nuevo Testamento es el de la despedida de Pablo a los ancianos de Éfeso. Allí encontramos que los ancianos, como él los consideraba, eran los supervisores -episkopoi- del rebaño de Dios y los defensores de la fe (Hechos 20:28s). Aprendemos de Santiago que los ancianos tenían una función sanadora en la iglesia mediante las oraciones y la unción con aceite (Santiago 5:14). En las Epístolas Pastorales aprendemos que eran gobernantes y maestros, y para entonces ya eran ministros pagados(] Timoteo 5:17; la frase doble honor se traduciría mejor por doble sueldo).
Cuando un hombre era elegido anciano no se le confería un honor pequeño, porque entraba en el ministerio religioso más antiguo del mundo, cuya historia se puede trazar por toda la del Cristianismo y judaísmo durante cuatro mil años; y asumía una responsabilidad nada pequeña, porque se le ordenaba pastor del rebaño de Dios y defensor de la fe.
Los peligros y privilegios de los ancianos
Pedro expone en una serie de contrastes los peligros y los privilegios que conllevaba el cargo de anciano; y todo lo que dice es aplicable, no sólo a la ancianidad, sino también a todos los servicios cristianos dentro y fuera de la iglesia.
El anciano ha de aceptar su cargo, no por obligación, sino voluntariamente. Esto no quiere decir que uno tenga que echar mano del cargo o entrar en él sin autoexamen. Cualquier cristiano tendrá un cierto reparo en aceptar un alto cargo, porque conoce demasiado bien su indignidad e incapacidad. En cierto sentido será por obligación por lo que uno acepte un cargo y entre en el servicio cristiano. « Me es impuesta necesidad –dice Pablo=; y ¡hay de mí si no anunciara el Evangelio! (1 Corintios 9:16). « El amor de Cristo nos constriñe» -decía (2 Corintios 5:14). Pero, por otra parte, se puede aceptar un cargo y cumplir un servicio como si fuera un deber sombrío X desagradable. Puede que uno se someta al cargo de una manera tan desangelada que se estropea toda la acción. Pedro no dice que se debe estar ansioso de cargos orgullosa o irresponsablemente; sino que todo cristiano debe estar dispuesto a prestar el servicio que pueda, aunque plenamente consciente de lo indigno que es para hacerlo.
El anciano ha de aceptar el cargo, no para sacar un provecho vergonzoso, sino con entusiasmo. La palabra para sacar un provecho vergonzoso es el adverbio aisjrokerdés. El nombre correspondiente es aisjrokerdeía, que era una cualidad que a los griegos les repelía. Teofrasto, el gran delineador griego del carácter, hace una caricatura de la aisjrokerdeía. La mezquindad -como podríamos traducirlo- es el deseo de ganancia inmoral. El mezquino es el que nunca sirve suficiente comida a sus invitados y que se sirve a sí mismo una ración doble cuando está trinchando la pechuga. Agua el vino; va al teatro sólo cuando le invitan. Nunca tiene bastante dinero para pagar el billete y tiene que pedírselo prestado a los compañeros de viaje. Cuando vende grano usa una medida con el culo hundido hacia arriba, y aun entonces mantiene cuidadosamente el nivel por arriba.
Cuenta los medios rábanos que quedan después de la comida no sea que los siervos se coman alguno. Antes que hacer un regalo, no irá a una boda.
La mezquindad es un defecto feo. Está tan claro como el agua que había personas en la iglesia original que acusaban a los predicadores y a los misioneros de mantenerse en el puesto por lo que pudieran sacarle. Pablo declara repetidas veces que no ha codiciado la riqueza de nadie y que ha trabajado con sus manos para subvenir a sus propias necesidades para no serle carga a nadie (Hechos 20:33; 1 Tesalonicenses 2: 9; 1 Corintios 9:12; 2 Corintios 12:14). Es seguro que el sueldo que cualquier obrero recibía entonces era lastimosamente pequeño, y las repetidas advertencias acerca de que los obreros no deben ser codiciosos de torpes ganancias descubre que había algunos que querían más (1 Timoteo 3:3, 8; Tito 1:7, 11). Lo que Pedro está tratando de decir -y es siempre válido- es que nadie debe atreverse a aceptar un cargo o prestar un servicio por lo que pueda sacar. Su deseo debe ser siempre dar en vez de recibir.
El anciano ha de aceptar el cargo, no para ser un tiranuelo, sino para ser el pastor y el ejemplo del rebaño. La naturaleza humana es tal que para muchas personas el prestigio y el poder son aún más atractivos que el dinero. Hay algunos a los que les encanta ejercer autoridad, aunque sea en una esfera limitada. El Satanás de Milton prefería reinar en el infierno a servir en el Cielo. Shakespeare hablaba del hombre orgulloso, revestido de una mezquina y breve autoridad, recurriendo a trucos tan fantásticos ante el Cielo que harían llorar a los mismos ángeles. La gran característica del pastor es su cuidado desinteresado y amor sacrificial hacia las ovejas. El que acepta un cargo por deseo de preeminencia no se ha enterado de la misa la media. Jesús les dijo a sus discípulos: « Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el quiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor; y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos, porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar Su vida en rescate por todos» (Marcos 10:42-45).
El ideal de los ancianos
Hay una cosa en este pasaje que desafía la traducción y sin embargo es una de las cosas más preciosas y significativas en él, que es lo que hemos traducido por « tiranuelos sobre los que han confiado a vuestro cuidado.» En la frase que hemos traducido por que os han confiado es curiosa en griego; es tón klérón, el genitivo plural de tón kléros, una palabra extraordinariamente interesante.
(i) Empieza por . significar un dado o una suerte. De este modo se usa en Mateo 27:35, que nos dice que los soldados al pie de la Cruz se jugaron a los dados (kléroi) la túnica inconsutil de Jesús.
(ii) En segundo lugar quiere decir un puesto que se obtiene o asigna por suerte. Es la palabra que se usa en Hechos 1:26, que nos dice que los discípulos echaron a suertes quién había de heredar el puesto de Judas el traidor.
(iii) Luego pasa a significar una heredad que se lega, como en Colosenses 1:12 para la heredad de los santos.
(iv) En griego clásico quiere decir a menudo una asignación pública o parcela de tiarra. Estas asignaciones las distribuían las autoridades civiles entre los ciudadanos; y a menudo la distribución se hacía echando a suertes los varios terrenos disponibles para distribución.
Si no hubiéramos de pasar de aquí, esto querría decir que el cargo de anciano y, de hecho, cualquier forma de servicio que se nos ofrece, no se gana nunca por méritos propios, sino nos es asignada por Dios. No es nunca nada que hayamos merecido sino siempre algo que nos asigna Dios por gracia.
Pero podemos ir más lejos con esto. Kléros quiere decir algo que se le asigna a una persona. En Deuteronomio 9:29 leemos que Israel es la heredad (kléros) de Dios. Es decir, que Israel es el pueblo que Se ha asignado Dios por propia elección. Israel es el kléros de Dios; la congregación es el kléros del anciano.
Como Israel Le está asignado a Dios así le son asignados al anciano sus deberes en la congregación. Esto debe querer decir que la actitud global del anciano hacia su pueblo debe ser la misma que la de Dios hacia el Suyo.
Aquí tenemos otra gran idea. En el versículo 2 hay una frase en los mejores manuscritos griegos que no está en la versión Reina-Valera. La hemos traducido: « pastores del rebaño de Dios, que está a cargo de vosotros, no porque se os obligó a ello, sino por vuestra propia libre voluntad como Dios quería que hicierais.» Como Dios quería que hicierais es en griego kata Theon, lo que podría querer decir simplemente como Dios. Pedro les dice a los ancianos: « Pastoread a vuestro pueblo como Dios.» De la misma manera que Israel es la asignación especial de Dios, las personas que tenemos que servir en la Iglesia o donde sea so¡,,, nuestra asignación especial; y nuestra actitud hacia ellas debe ser la actitud de Dios.
¡Qué gran ideal! ¡Y que responsabilidad! Nuestro cometido es mostrarle a la gente la paciencia, el perdón, el amor buscador, el servicio ilimitado de Dios. Dios nos ha asignado una tarea y nosotros debemos cumplirla como Él lo haría. Ese es el supremo ideal de servicio en la Iglesia Cristiana.
El recuerdo de jesús
Una de las cosas encantadoras de esta pasaje es la actitud de Pedro en todo él. Empieza, como si dijéramos, colocándose en el mismo nivel de sus lectores. « Vuestro compañero en el ministerio de anciano» se llama a sí mismo. No se coloca por encima de ellos, sino comparte la experiencia y los problemas cristianos con ellos. Pero en una cosa es diferente: Pedro tiene recuerdos de Jesús que son lo que colorea todo este pasaje. Hasta cuando está hablando, se le vienen a la mente y se la llenan.
(i) Se describe a sí mismo como testigo de los sufrimientos de Cristo. A primera vista podríamos sentirnos inclinados a cuestionar esa afirmación, porque se nos dice que, después del arresto en el huerto, «todos los discípulos Le abandonaron y huyeron» (Mateo 26:56). Pero si lo pensamos un poco mejor nos damos cuenta que a Pedro se le concedió ver el sufrimiento de Jesús de una manera todavía más entrañable que a ninguna otra persona. Él siguió a Jesús hasta el patio de la casa del sumo sacerdote donde por debilidad negó tres veces a su Maestro. El juicio llegó a su fin y se llevaron a Jesús; y allí encontramos lo que puede muy bien ser la frase más dramática del Nuevo Testamento: «Y el. Señor se volvió y miró a Pedro… y Pedro salió y lloró amargamente» (Lucas 22: 61 s). En aquella mirada vio Pedro el sufrimiento del corazón de un Líder al Que había fallado. Su seguidor en la hora de Su más amarga necesidad. Pedro fue el testigo del sufrimiento que tiene Cristo cuando Le negamos; y por eso tenía tanto interés en que su pueblo fuera inconmovible en su lealtad y fiel en su servicio.
(ii) Se describe a sí mismo como participante en la gloria que se va a revelar. Esa afirmación contiene una mirada atrás y adelante. Pedro había tenido ya un atisbo de esa gloria en el monte de la trasfiguración. Allí los tres durmientes habían despertado y, como dice Lucas «Se quedaron despiertos y vieron Su gloria» (Lucas 9:32). Pedro había visto la gloria. Pero también sabía que había una gloria por venir, porque Jesús les había prometido a Sus discípulos una participación en la gloria cuando el Hijo del Hombre viniera a sentarse en Su glorioso trono (Mateo 19:28). Pedro recordaba la experiencia y la promesa de gloria.
(iii) No cabe la menor duda que, cuando Pedro habla de pastorear el rebaño de Dios, está recordando la tarea que Jesús le dio cuando le encargó apacentar Sus ovejas (Juan 21:15-17). El nombramiento de pastor fue una recompensa de amor; y Pedro lo recordaba así.
(iv) Cuando Pedro- habla de Jesús como el Mayoral o Pastor Principal debe de haber tenido muchos recuerdos en la mente. Jesús Se había comparado a Sí mismo con el pastor que busca la oveja perdida a riesgo de su vida (Mateo 1.8:12-14; Lucas 15:4-7). Había enviado a Sus discípulos a allegar las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mateo 10:6). Jesús se había conmovido misericordiosamente al contemplar las multitudes como ovejas sin pastor (Mateo 9:36; Marcos 6:24). Sobre todo, Jesús Se había comparado al Buen Pastor Que estaba dispuesto a dar Su vida por las ovejas Juan 10:1-18). La imagen de Jesús como el Pastor era especialmente preciosa, y el privilegio de ser pastor del rebaño de Cristo era para Pedro el más grande privilegio que podría disfrutar un siervo de Cristo.
El manto de la humildad
Y vosotros los más jóvenes, aplicaos el cuento: manteneos bajo la autoridad de los más ancianos. Y así todos, en vuestras relaciones recíprocas, no os revistáis más que con el manto de la humildad; porque Dios se opone a los soberbios, pero concede Su gracia a los humildes.
Pedro vuelve de nuevo a la idea de que la negación de uno mismo debe ser la marca característica del cristiano. Confirma su argumento con una cita del Antiguo Testamento: « Ciertamente Él escarnece a los escarnecedores, y da gracia a los humildes» (Proverbios 3:34).
De nuevo es posible que el recuerdo de Jesús esté en el corazón de Pedro y ponga su colorido en todo su pensamiento y lenguaje. Le dice a su gente que deben revestirse con el manto de la humildad. La palabra que usa para revestirse es poco corriente; es enkombusthai, que se deriva de kombos que describe cualquier cosa que se ata con un nudo. En relación con esto está enkombóna, túnica que sé sujeta con un nudo. Se usaba corrientemente como ropa de protección; se usaba para un par de mangas que se ponían encima de la túnica y se ataban por detrás del cuello. También se usaba para el delantal de un esclavo. Hubo una ocasión en que Jesús se lo puso como delantal.
En la última Cena, Juan dice que Jesús tomó una toalla y se la ciñó, y tomó agua y se puso a lavar los pies de Sus discípulos (Juan 13:4s). Jesús se ciñó con el delantal de la humildad y así deben hacer Sus seguidores.
Resulta que el enkombusthai se usa de otra clase de ropa. Se usa de ponerse una túnica larga, semejante a una estola, que era señal de honor y preeminencia.
Para completar el cuadro tenemos que poner las dos imágenes juntas. Jesús se puso una vez el delantal del esclavo y se encarga del más humilde de todos los deberes: lavar los pies de Sus discípulos; así que nosotros debemos en todas las situaciones ponernos el delantal de la humildad en el servicio de Cristo y de nuestros semejantes; pero ese mismo delantal de la humildad se convertirá en un atuendo honorable para nosotros, porque es el que se hace siervo de todos el que es el más grande en el Reino del Cielo.
Las normas de la vida cristiana
Así que adoptad una actitud humilde bajo la poderosa mano de Dios para que sea Él Quien os exalte cuando Le parezca bien. Descargad sobre Él toda vuestra ansiedad; porque Él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios. Manteneos alerta. Vuestro adversario, el diablo, está merodeando a vuestro alrededor como león rugiente a ver a quién se puede devorar. Hacedle frente, firmes en la fe, sabiendo pagar el tributo del sufrimiento lo mismo que vuestros hermanos que siguen en el mundo. Y después que hayáis padecido lo vuestro un poco de ‹ tiempo, el Dios de todas las gracias Que os llamó a Su gloria eterna por medio de Jesucristo, os restaurará, establecerá, fortalecerá y afirmará. Suyo sea el dominio para siempre jamás. Amén.
Aquí Pedro habla en imperativos, estableciendo ciertas leyes para la vida cristiana.
(i) Está la ley de la humildad delante de Dios. El cristiano debe mantenerse humilde bajo Su poderosa mano. La frase la poderosa mano de Dios es corriente en el Antiguo Testamento; y se usa muy a menudo en relación con la liberación que -Dios obró con Su pueblo cuando lo sacó de Egipto. «Con mano poderosa -dijo Moisés- el Señor os sacó de Egipto» (Éxodo 13:9). «Señor Dios, Tú has comenzado a mostrar a Tu siervo Tu grandeza y Tu mano poderosa» (Deuteronomio 3:24). Dios sacó a Su pueblo de Egipto a la libertad con mano poderosa (Deuteronomio 9:26). La idea es que la poderosa mano de Dios está sobre el destino de Su pueblo, si éste acepta Su dirección humilde y fielmente. Después de todas las diversas experiencias de su vida, José pudo decirles a sus hermanos que una vez habían tratado de eliminarle: «Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó a bien» (Génesis 50:20). El cristiano nunca siente resentimiento por las experiencias de la vida, ni se revela contra ellas, porque sabe que la poderosa mano de Dios está al timón de su vida.
(ii) Está la ley de la serenidad cristiana para con Dios. El cristiano debe descargar toda su ansiedad en Dios. «Echa sobre el Señor tu carga y Él te sostendrá» (Salmo 55:22). «No os angustiéis por el día de mañana,» dijo Jesús (Mateo 6:25-34). La razón por la que podemos hacerlo con confianza es que estamos seguros de que Dios cuida de nosotros. Como. decía Pablo, podemos estar seguros de que el Que nos dio a Su Hijo único nos dará también con Él todas las cosas (Romanos 8:32). Podemos estar seguros, puesto que Dios cuida de nosotros, de que la vida no está diseñada para deshacernos sino para hacernos; y con esa seguridad podemos aceptar cualquier experiencia que nos venga, sabiendo que en todo Dios obra para el bien de los que Le aman (Ronulnos 8:28).
(iii) Está la ley del esfuerzo cristiano y de la vigilancia cristiana. Debemos ser sobrios y estar alerta. El hecho de que nos descarguemos en Dios de todo no nos da derecho a sentarnos cómodamente y no hacer nada. Cromwell aconsejaba a sus tropas: «¡Confiad en Dios, y mantened seca la pólvora!» Pedro sabía lo difícil que es esta vigilancia, porque se acordaba de que en Getsemaní se habían dormido sus condiscípulos y él cuando debieran haber estado velando con Jesús. (Mateo 26:38-46). El cristiano es una persona que confía, pero al mismo tiempo aplica todo su esfuerzo y toda su vigilancia al negocio de vivir para Cristo.
(iv) Pst! la ley de la resistencia cristiana. El diablo siempre está acechando a ver a quién puede arruinar. De nuevo Pedro debe de estar acordándose de cómo el diablo le había vencido para que negara a su Señor. La-fe de una persona debe ser como una muralla contra la que se estrellan en vano los ataques del diablo. El diablo, como cualquier agresor, acaba por retirarse cuando se le resiste valientemente con el poder de Jesucristo.
(v) Por último, Pedro habla de la ley del sufrimiento cristiano. Dice que, después que el cristiano ha pasado por el sufrimiento, Dios le restaura, establece, fortalece y afirma. Hay todo un cuadro detrás de cada una de las palabras que usa Pedro aquí. Cada una nos dice algo acerca de lo que el sufrimiento está diseñado que haga por la persona.
(a) Por medio del sufrimiento Dios restaura a una persona. La palabra para restaurar es difícil de traducir en este caso. Es kartarizein, que se usa corrientemente para arreglar una ‹fractura, la palabra que se usa en Marcos 1:19 para remendar las redes. Quiere decir suplir lo que falta, arreglar lo que está roto. Así es que el sufrimiento, si se acepta con humildad, confianza y amor, puede reparar las debilidades de carácter de una persona y suplir la grandeza que todavía no tiene. Se dice que Sir Edward Edgar estaba una vez oyendo cantar a una joven un solo de una de sus composiciones. Tenía una voz con una pureza, claridad y gama excepcionales, y una técnica casi perfecta. Cuando ella acabó, Sir Edward dijo suavemente: «Será realmente grande cuando le suceda algo que le rompa el corazón.» Barrie cuenta cómo perdió su madre a su hijo favorito, y entonces dice: «Así fue como obtuvo mi madre la ternura de sus ojos, que hacía que otras madres acudieran a ella cuando perdían un hijo.» El sufrimiento había hecho algo por ella que no podría haber producido una vida fácil. El sufrimiento está diseñado por Dios para añadir las notas de la gracia a la vida.
(b) Por medio del sufrimiento Dios establece a una persona. La palabra es stérizein, que quiere decir hacer tan sólido como el granito. El sufrimiento del cuerpo y el dolor del corazón hacen una de estas dos cosas a la persona: o le hacen colapsarse o le dejan con una solidez de carácter tal que nunca habría podido obtener de otra manera. Si se enfrenta con ellos con una constante confianza en Cristo, surge como el acero que ha sido templado al fuego.
(c) Por medio del sufrimiento Dios fortalece a una persona. La palabra griega es sthenún, que quiere decir llenar de fuerza. Aquí se usa con ese sentido. Una vida sin esfuerzo y sin disciplina inevitablemente se vuelve blandengue. No sabemos realmente lo que nuestra fe representa para nosotros hasta que ha sido templada en el horno de la aflicción. Hay algo doblemente precioso en una fe que ha salido victoriosa del dolor y de la aflicción y de la desilusión. El viento extingue una llamita débil, pero atiza una llama fuerte haciéndola una hoguera mayor. Así sucede con la fe.
(d) Por medio del sufrimiento Dios afirma a una persona. La palabra griega es themeliim, que quiere decir echar el cimiento. Cuando tenemos que enfrentarnos con la aflicción y el sufrimiento, ahondamos hasta el mismo lecho rocoso de la fe. Entonces descubrimos cuáles son las cosas inconmovibles. Es en la hora de la prueba cuando descubrimos las grandes verdades en las que se funda la vida verdadera.
El sufrimiento está lejos de hacer estas cosas preciosas por cualquier persona. Bien puede conducir a una persona a la amargura y a la desesperación; bien puede arrebatarle la fe que tuviera. Pero si se acepta con la confiada seguridad de que la mano de un Padre nunca le produce al hijo una lágrima innecesaria, entonces salen cosas del sufrimiento que no puede sacar a la luz nunca una vida fácil.
Un fiel ayudante de los apóstoles
Os he escrita esta breve carta con la ayuda de Silvanos ad que yo tengo por un fiel hermano, para animaros y atestiguaros que esta es la verdadera Gracia de Dios. Manteneos firmes en ella. Pedro da testimonio de que lo que ha escrito es de veras la gracia de Dios, y exhorta a su pueblo a que permanezcan firmes en medio de las dificultades.
Dice que ha escrito por medio de Silvano. La frase griega (dia Siluanu) quiere decir que Silvano fue su amanuense. Silvano es la forma completa del nombre Silas, y es casi seguro que sea el Silvano de las cartas de Pablo y el Silas de Hechos. Cuando recopilamos las referencias a Silas o Silvano, encontramos que fue uno de los pilares de la Iglesia original.
Juntamente con Judas Barsabás, Silvano fue enviado a Antioquía con la decisión que hizo época del Concilio de Jerusalén de abrir las puertas de la Iglesia a los creyentes gentiles; y en el relato de esa misión, se llama a Silvano y Judas hombres principales entre los hermanos (Hechos 15:22, 27). No se limitaron simplemente a comunicar el mensaje sino que lo expusieron con palabras poderosas como profetas que eran (Hechos 15:32). Durante el primer viaje misionero Marcos dejó a Pablo y Bernabé y se volvió a casa desde Panfilia (Hechos 13:13»; al programar el segundo viaje misionero, Pablo se negó a llevar otra vez a Marcos; el resultado fue que Bernabé tomó a Marcos .de compañero, y Pablo a Silvano (Hechos 15:37-40). Desde aquel momento Silvano fue mucho tiempo el brazo derecho de Pablo. Estuvo con Pablo en Filipos, donde fueron arrestados y encarcelados (Hechos 16:19, 25, 29).- Se reunió con Pablo en .Corinto y predicó con él el Evangelio allí (Hechos 18:5; 2 Corintios 1:19). Estuvo relacionado con Pablo tan estrechamente que las dos cartas a los tesalonicenses las mandaron los dos juntos (1 Tesalonicenses 1:1). Esta claro que Silvano fue un hombre notable en la Iglesia original.
Como vimos en la introducción es muy probable que Silvano fuera mucho más que el amanuense que escribió esta carta al dictado de Pedro, y su portador posteriormente. Uno de los problemas de Primera de Pedro es la excelencia de su griego. Es un griego con tal calidad clásica que parece imposible que Pedro, el pescador galileo, lo hubiera escrito por sí mismo: Ahora bien, Silvano era no sólo un hombre de peso en la Iglesia original; era también ciudadano romano (lechos 16:37) y habría recibido una educación muy superior a la de Pedro. Es más que probable que hiciera una importante contribución a la composición de esta carta. Se nos dice que en China, cuando un misionero quería enviar un mensaje, lo escribía a menudo lo mejor que pudiera en chino, y luego se lo pasaba a un cristiano chino para que lo corrigiera y pusiera en la forma debida; o podría ser que sencillamente le dijera al cristiano chino lo que quería decir dejándole que lo pusiera en forma literaria para su aprobación. Eso fue muy probablemente lo que hizo Pedro. O bien le dio su carta a Silvano para que puliera su estilo, o bien le dijo a Silvano lo que quería decir y le dejó que .lo escribiera él, añadiendo los tres últimos versículos como su saludo personal.
Silvano fue una de esas personas sin las que nunca se puede pasar, la iglesia. Estaba contento de ocupar un segundo lugar y de servir casi en el anonimato siempre que fuera para que se hiciera la obra de Dios. Le bastaba con ser el ayudante de Pablo, manteniéndose a su sombra. Le bastaba con ser el amanuense de Pedro, aunque eso sólo le permitiera que figurara su nombre al final de la carta. A pesar de todo no es insignificante el pasar a la Historia como el fiel ayudante de quien tanto Pedro como Pablo dependieron. La Iglesia siempre tiene necesidad,de personas como Silvano, ymuchos que no pueden ker Pedros o Pablos sí pueden ayudar a los Pedros y Pablos en su trabajo. . .
Saludos
La que está en Babilonia, que ha sido elegida lo mismo que vosotros, os manda saludos, y mi hijo Marcos igual. Aunque parece tan sencillo, éste es un versículo problemático. Nos presenta algunas cuestiones difíciles de resolver.
(i) ¿Quién manda esos saludos? La versión Reina-Valera pone «la iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros, os saluda.» Pero «la iglesia que está» no tiene equivalente en el original, que dice simplemente «la elegida juntamente con vosotros en Babilonia» y la frase está en femenino. Hay dos posibilidades.
(a) Es perfectamente posible que la Reina-Valera sea correcta. Así lo toma Moffatt cuando traduce «vuestra iglesia hermana en Babilonia.» La frase se podría explicar como una alusión al hecho de que la Iglesia es la Esposa de Cristo, y se puede hablar así de ella.- En general el punto de vista más corriente es que se trata de una iglesia.
(b) Pero sí hay que recordar que¡ no hay realmente una palabra para iglesia en griego, y esta frase .femenina también se podría referir a alguna dama cristiana bien conocida. Si es así, con mucho la mejor sugerencia es que hace referencia -a la mujer de Pedro. Sabemos que le acompañaba normalmente en sus viajes misioneros (1 Corintios 9:5). Clemente & Alejandría (Stromateis 7.11.63) nos dice que ella murió mártir, ejecutada a la vista del mismo Pedro, que la animaba diciéndole: «Acuérdate del Señor.» Está claro que era una figura muy conocida en la Iglesia original. No querríamos hablar dogmáticamente sobre esta cuestión. Tal vez es. más probable que la referencia sea a la iglesia; pero no es imposible que Pedro asociara a su mujer y compañeraevangelista en los saludos que envía.
(ii) ¿Desde dónde se mandó esta carta? Los saludos se mandan de Babilonia. Hay tres posibilidades.
(a) Había una Babilonia en Egipto, cerca del Cairo: Había sido fundada por refugiados babilónicos venidos de Asiria que la llamaron con el nombre de su ciudad ancestral. Pero para este tiempo era casi exclusivamente un gran campamento militar; y en cualquier caso el nombre de Pedro no se ha conectado nunca con Egipto, así es que hay que descartar esta Babilonia.
(b) Estaba la Babilonia oriental a la que habían llevado cautivos a los judíos. Muchos nunca volvieron de allí, y se convirtió en un centro de cultura judía. El gran comentario de la ley judía se llama Talmud Bablí o babilónico. Tan importantes eran los judíos de Babilonia que Josefo había hecho una edición especial de sus historias para ellos. No cabe duda de que había una numerosa e importante colonia de judíos allí; y sería perfectamente normal el que Pedro, el apóstol de los judíos, hubiera ido allí a predicar y trabajar. Pero no encontramos nunca el nombre de Pedro en relación con Babilonia, y no hay rastro de que hubiera estado allí. Estudiosos tan grandes como Calvino y Erasmo creyeron que esta Babilonik; era la gran ciudad oriental; pero, en general, creemos que la«mayor probabilidad está en contra de esta hipótesis.
(c) Corrientemente llamaban Babilonia a Roma, tanto los; judíos como los cristianos. Ese es sin duda el caso en Apocalipsis, donde Babilonia es la gran ramera, ebria de la sangre de los santos y de los mártires (capítulos 17 y 18). La impiedad; concupiscencia y lujo de la antigua Babilonia, como si dijéramos, se habían reencarnado en Roma. No cabe duda que la tradición conecta a Pedro con Roma; y lo más probable es que era allí donde se escribió la carta.
(iii) ¿Quién es el Marcos a quien Pedro llama su hijo y de quien envía saludos? Si consideramos que la señora elegida era la mujer de Pedro, Marcos bien podría ser literalmente su hijo Pero es mucho más probable que fuera el Marcos que escribió el evangelio. La tradición siempre ha conectado estrechamente: a Pedro con Marcos, y ha transmitido la historia de que estuvieron íntimamente relacionados en la producción del evangelio de Marcos. Papías, que vivía a principios del siglo II y fue un gran coleccionista de tradiciones antiguas, describe el evangelio de Marcos de la siguiente manera: «Marcos, que fue intér-› prete de Pedro, tomó nota cuidadosamente aunque no en orden de todo lo que recordaba de lo que Cristo había dicho o hecho: Porque él no fue uno de los que Le escucharon o siguieron; él fue seguidor de Pedro, como ya he dicho, posteriormente, y Pedro adaptaba sus enseñanzas a las necesidades prácticas, sin intentar dar las palabras del Señor sistemáticamente. Así que Marcos no cometió errores al escribir algunas de las cosas dependiendo de su memoria, porque su única preocupación era no omitir ni falsificar nada que hubiera oído.» Según Papías el evangelio de Marcos no es otra cosa que los materiales de la predicación de Pedro. Con un talante similar, Ireneo dice que después de la muerte de Pedro y Pablo en Roma «Marcos, discípulo e intérprete de Pedro, también nos trasmitió por escrito lo que Pedro había estado predicando.» Es la consecuente tradición que Marcos, el evangelista, fue de veras como un hijo para Pedro, y toda la probabilidad apunta a que estos saludos eran de él.
Así que podemos reunir las posibilidades. «La que está en Babilonia y que ha sido escogida lo mismo que vosotros,» puede ser o la iglesia o la mujer de Pedro, que fue mártir. Babilonia puede ser la Babilonia del Este, pero es más probable que sea la gran y malvada ciudad de Roma. Marcos puede que fuera un hijo de Pedro, de quien no sabríamos nada más; pero es más probable que se trate de Marcos, el autor del evangelio, que fue como un hijo para Pedro.
Todos en paz con todos
Saludaos unos a otros de mi parte con un beso de amor. ¡Que la paz sea con todos los que estáis en Cristo! Lo más interesante de aquí es el encargo de que se den recíprocamente el beso de amor. Durante siglos esto fue una parte integrante y preciosa de la comunión y el culto cristianos; y su historia y gradual eliminación son del mayor interés. Entre los judíos era costumbre que el discípulo besara a su rabino. en la mejilla poniéndole las manos en los hombros. Eso fue lo que hizo Judas con Jesús (Marcos 14:44). El beso era un saludo de bienvenida y de respeto, y podemos ver cuánto lo valoraba Jesús por Su tristeza cuando no se Le daba (Lucas 7:45). Las cartas de Pablo terminan frecuentemente recordando a sus lectores el deber de saludarse recíprocamente con el beso santo (Romanos 16:16; 1 Corintios 16:20; 2 Corintios 13:12; 1 Tesalonicenses 5:26).
En la Iglesia Primitiva el beso llegó a ser una parte esencial del culto cristiano. « ¿Cómo se puede dar por terminada una reunión de oración si se excluye el beso santo? -pregunta Tertuliano-. ¿Qué clase de sacrificio sería uno del que los miembros se retiraran sin la paz?» (De Oratione 18). El beso, vemos aquí, se llamaba la paz. Era especialmente una parte del culto de comunión. Agustín dice que cuando los cristianos se disponían a comulgar «demostraban su paz interior mediante el beso» (De Amicitia 6). Se daba corrientemente después de retirarse los catecúmenos, cuando sólo estaban presentes los miembros comulgantes, y después de la oración que se hacía antes de traer los elementos. Justino Mártir dice: «Cuando hemos acabado de orar, nos saludamos recíprocamente con un beso. Entonces se le trae pan y una copa de vino al presidente» (1:65). Al beso precedía la oración «por el don de la paz y el amor sincero, incontaminado de hipocresía o engaño,» y era la señal de que «muestras almas están unidas, y han desterrado todo recu&rdo de agravios» (Cirilo de Jerusalén, Sermones catequéticos 25.5.3). El beso era la señal de que las injurias se habían olvidado, los agravios perdonado, y los que se sentaban a la Mesa del Señor eran una sola cosa en el Señor.
Esta era una costumbre preciosa, y sin embargo está claro que estaba tristemente expuesta a abusos. También dejan claro las frecuentes advertencias que se introducían los abusos. Atenágoras insiste en que el beso debe darse con el máximo cuidado; porque « si va mezclado con la menor contaminación de pensamiento, nos excluye de la vida eterna» (Legatio Christianis 32). Orígenes insiste en que el beso de la paz debe ser «santo, casto y sincero,» no como el beso de Judas (Commentaria in Epistolam B. Pauli ad Romanos 10:33). Clemente de Alejandría condena el uso desvergonzado del beso, que debe ser místico, porque con el beso «algunas personas hacen retumbar a las iglesias, y así provocan sucias suspicacias e informes vergonzosos» (Paedagogus 3:11). Tertuliano menciona el reparo natural del marido pagano al pensar que saludan así a su mujer en la iglesia cristiana (Ad Uxorem 2:4).
En la Iglesia de Occidente, estos problemas inevitables provocaron gradualmente el final de esta preciosa costumbre. Para el tiempo de las Constituciones apostólicas del siglo IV, el beso estaba confinado entre los del mismo sexo -los clérigos saludaban al obispo, los hombres a los hombres y las mujeres a las mujeres. De esa forma se mantuvo el beso de la paz en la Iglesia de Occidente hasta el siglo XIII. Algunas veces se sustituía por otras cosas. En algunos lugares se usaba una tablita de madera o metal con una representación de la Crucifixión. La besaba primero el sacerdote, y luego se pasaba a la congregación, besándola cada miembro y pasándosela después al de al lado en señal de su mutuo amor a Cristo y en Cristo. En las iglesias orientales sigue la costumbre; no se ha extinguido en la Iglesia Griega; la Iglesia Armenia ha sustituido el beso por una inclinación cortés.
Podemos fijarnos en otros usos del beso en la Iglesia Primitiva. En el bautismo besaban a la persona bautizada, primero el que la había bautizado y luego toda la congregación, en señal de bienvenida a la casa y familia de Cristo. Un obispo recién consagrado recibía «el beso en el Señor.» La ceremonia del matrimonio se ratificaba con un beso, una cosa muy natural que se adoptó del paganismo. Los que estaban muriendo besaban primero la cruz y luego a todos los presentes. Se besaba a los difuntos antes de enterrarlos.
En algunas de nuestras iglesias el beso de la paz parecerá cosa del pasado. Se practicaba cuando la iglesia era realmente una familia, y los miembros se conocían entre sí. Es una tragedia que muchas iglesias modernas, a menudo con numerosos miembros que no se conocen de nada ni lo echan de menos, no podrían usar el beso de la paz como no fuera como un rito. Era una costumbre preciosa que estaba abocada a desaparecer cuando la realidad de la comunión se perdió en la Iglesia.
« La paz sea con todos los que estáis en Cristo» dice Pedro; y así deja a los suyos en la paz de Dios, que es más poderosa que todos los problemas que pueda haber en el mundo.
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